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«Tonadas» Simón Díaz

Venezuela

Música llanera - Música tradicional venezolana

1974

Palacio

A finales de la década de los cincuenta Simón Díaz era apenas un intérprete de tangos y boleros. Tenía afinidad por la música y se defendía al cantar y tocar el cuatro. Por años trabajó como agente de cobros, boxeador, poeta y canillita antes de lograr una oportunidad en el medio musical, pero fue su profundo amor por la historia y la tradición de la canción llanera, y el hecho de que esta tradición estuviera en un estado languideciente y casi extinto, lo que lo impulsó no solo a recuperar cuidadosamente su esencia, sino también a dedicarse por completo a difundirla, estudiarla y componerla, convirtiéndose así en la espada jurada de la tonada llanera, el género musical venezolano por excelencia.

Para grabar Tonadas en 1974 Díaz no sale al campo. Es un disco trabajado quizás en casa o en algún pequeño estudio, como cualquier otro disco de su tiempo, pero entonces, ¿por qué es tan fácil imaginarlo como si hubiera sido grabado en algún rincón del vasto llano venezolano? Es la sensibilidad y poesía incomparable de sus letras, la voz solemne con sus notas largas y melancólicas que se pierden en la lejanía, y el arraigo palpable que Díaz tiene a su tierra, lo que te transporta directo a la llanura, a un paisaje sereno de horizontes planos, madrugadas hermosas, al lento ganado y al cabrestero que lo guía. Evitando todo el tiempo influencias urbanas y usando una instrumentación sencilla y natural, sugiere algo mucho más antiguo y bucólico de lo que realmente era Venezuela aún en aquel 1974.

El álbum comienza con el rasgueo del cuatro y las melodías de Díaz que evocan las coplas de un solitario cabestrero en las faenas del campo —en el ordeño y el arreo de ganado se cantaba a los animales para calmarlos y facilitar el trabajo— introduciéndonos en el imperturbable mundo del llano venezolano; después de unos compases, la música se adentra en los sentires del cabestrero, todo en “Tonadas” sucede en una madrugada tranquila del llano. Después en “Pintiparao” se introduce el repique del arpa llanera, que suma un valor de propiedad regional sobre las tonadas y colorea numerosas canciones en el disco.

Lo que sigue en “Sabana” es sorprendente, con un acompañamiento orquestal entre staccatos de violín y una flauta sumergida en la mezcla, agrega un sentido de amenaza sin dejar de lado la solemnidad del tema, es una despedida a la llanura. A pesar de los arreglos y los sonidos evocadores, la poesía llanera de Simón Díaz sigue siendo el principal atractivo, compuestas y arregladas con el propósito de destacar la más tradicional de las modalidades del rico folclore llanero.

“Tonada de Luna llena” es sin lugar a dudas la pieza central del disco, una serenata preciosa, serpenteante y nocturna. Donde un misterioso silbido abre a la voz de Díaz que canta su tonada a la luna, mientras escuchamos el siseo de las maracas y termina con un onírico falsete. Ha sido versionada por enormes artistas como Caetano Veloso, Silvia Pérez Cruz y Natalia Lafourcade, uno de los temas imprescindibles del cancionero venezolano sin lugar a dudas.

Las canciones de Simón Díaz evocan la más antigua y auténtica comunión entre el hombre, su trabajo y la naturaleza. Durante décadas, su voz ha mantenido vivo el canto de las faenas que parecían destinadas a desaparecer debido a la constante migración rural hacia las ciudades. La honestidad de sus canciones y su sencillez provinciana lo caracterizan. No hay otro como Simón y no lo habrá nunca. La música latinoamericana le debe su vocación como centinela de la tonada llanera y como uno de los más grandes defensores de la identidad cultural a través de la música.

Ernesto Martín del Campo