Desde la tapa, Jaime Roos nos mira vestido como futbolista, luciendo una camiseta del club Fénix. ¿Qué hacía él, reconocido hincha de Defensor Sporting, con esa indumentaria? Será porque sus amigos de la murga Falta y Resto ensayaban en ese club, o porque el nombre aludía a un renacer desde las cenizas a su regreso a Uruguay, luego de varios años viviendo en Europa. Sea cual sea la razón, “Durazno y Convención” nos sorprende desde el track uno, donde, a través de candombe, jazz y aires de salsa, nos despliega una estampa impresionista mirando hacia las calles de su infancia en el Barrio Sur.
Mediocampo es Roos en estado de gracia, entregando algunas de sus canciones más celebradas. Rock new wave tocado con músculo jazzero y alma montevideana. Otra vez sus amigos: el gran Eduardo Mateo en “Victoria Abaracón” y el aire de carnaval con la murga Falta y Resto en “Los viejos murguistas”, Pero hay de todo: el Roos más candombero en “Tal vez Cheché” (con un tremendo solo de teclado de Hugo Fattoruso), el Roos más beatle en “Si piensas en mí”, pero también un Roos más radical en “Pirucho”, una suite de siete’ minutos de candombe psicodélico. Un digno competidor al título del mejor disco uruguayo de la historia.