“Juan Gabriel es la vindicación literal de lo expulsado del canon televisivo o de lo jamás incluible: los nacos y los traileros y las secretarias románticas y las amas de casa sin casa que aguardan y los “raritos” y los adolescentes de las barriadas”, escribió alguna vez el cronista Carlos Monsivais. “Y ese gusto atravesó la marginalidad, domesticó a los celos modernistas y a la homofobia, y hoy, podado o no de su impulso original de transgresión, triunfa igual en el Estadio Atlante, en los cabarets de lujo y en el Palacio de Bellas Artes”.
Para 1990, la trayectoria de Juan Gabriel había virado y resucitado en diversidad de vidas. Sureño y fronterizo a la vez. Adán Luna o Alberto Aguilera. El juego de las máscaras y espejos se desplegó también en su trayectoria musical. Con un talento igual de firme para la canción melódica como para la ranchera, el pop y el rock, Juan Gabriel es acaso el último de la estirpe de compositores históricos del siglo XX mexicano, que parte en Agustín Lara y continúa en José Alfredo Jiménez.
En el palacio de Bellas Artes es un disco en vivo, pero también puede entenderse en conjunto con el disco de estudio Pensamientos (1986), donde Juanga logra conquistar su sonido personal. Ahí, las dos caras principales de su trayectoria, el pop y la ranchera, colisionan y crean un nuevo sonido, híbrido, el cual sería la marca de casa. Ahí aparece “Hasta que te conocí”, que en Bellas Artes brilla por todo lo alto.
A pesar de la idea generalizada, Juan Gabriel no fue el primer cantante ranchero en actuar en el más prestigioso teatro de la capital. Por mencionar sólo un caso que aparece en esta lista, Lola Beltrán ya había lanzado un disco grabado en Bellas Artes, pero el de Juan Gabriel despertó una mayor polémica en la sociedad de la época, y al paso de los años se mantiene como un suceso histórico que trasciende generaciones, sensibilidades y clases sociales.
En el Palacio de Bellas Artes funciona como un excelente repaso en vivo de su trayectoria hasta ese momento. Varios popurrís encadenan sus éxitos más celebrados, que alcanzan 22 tracks en un disco doble. La Orquesta Sinfónica Nacional marcha por todo lo alto con los arreglos de Eduardo Magallanes, y el Mariachi Arriba Juárez aporta el fondo para que brille aún más el carisma del Divo, quien, juguetón, le pide al público que “no lo provoque” a bailar.
Si bien el álbum hace un tándem indivisible con el video del concierto, donde el carisma de Juanga brilla tanto como su traje de lentejuelas, la versión en disco nos permite centrarnos en toda su potencia sonora: Los pasajes de improvisación al micrófono son impresionantes, las baladas suenan lacrimógenas, las rancheras son dolidas y juguetonas, “Amor eterno” suena más celestial que nunca y “Hasta que te conocí” alcanza una duración de 25 minutos, casi un disco en sí mismo, con un outro larguísimo que incorpora fragmentos de otras canciones. Desde la “Negra Tomasa” hasta “Caballo viejo” de Simón Díaz. Desde “Bamboleo” de Gypsy Kings hasta el “Adoro” de Armando Manzanero.
Juan Gabriel en el Palacio de Bellas Artes es un álbum perfecto para entender el gran viaje de las músicas populares mexicanas en la era de la grabación. Del bolero a la balada, de los sones a la ranchera, del jazz al rock y al pop. Quizá nadie más encarna con mayor firmeza el sonido del siglo XX mexicano que el Divo. No solo beatificado, como profetizó el cronista de la colonia Portales, sino ya canonizado y aún obrando milagros.