En 1956 José Alfredo Jiménez lanzó su primer LP que se tituló Down Mexico Way, que luego sería lanzado a un mercado más amplio en 1963 bajo el nombre Disco de Oro. Este último nombre parece más apropiado porque el álbum es una colección de canciones que tomaron al novato compositor y lo convirtieron en el Rey Midas de la escena musical mexicana. El don innato de José Alfredo comenzó a ser reconocido cuando grandes estrellas de la ranchera empezaron a grabar sus canciones a finales de los años cuarenta. Pero fue su asociación con el compositor y arreglista Rubén Fuentes lo que llevó a este ex camarero al centro de atención.
Sus orígenes musicales no podrían ser más dispares. José Alfredo era un compositor que no sabía tocar ningún instrumento ni leer partituras. Fuentes era el líder artístico del Mariachi Vargas, un violinista de formación clásica en una familia llena de músicos. La fórmula era simple: José Alfredo silbaba la melodía y le cantaría la letra a Fuentes quien luego haría los arreglos. El mejor ejemplo de los frutos de este trabajo se escucha en el clásico «Serenata Huasteca», donde el dúo captura la poesía popular de Jiménez con una melodía ingeniosa y la combina con complejos arreglos. Pero más allá de su trabajo con Fuentes, José Alfredo Jiménez fue elogiado por sus letras. Le habló a las masas y conectó con ellas en canciones como “Ella”, “Tú y la mentira”, “Tu recuerdo y yo”. Porque como dijo algún día el famoso escritor mexicano Carlos Monsiváis, “escribió sobre su autobiografía y autodestrucción, y elogiaba sus frustraciones”. Esa franqueza bohemia resultó ser la que lo convirtió en el poeta del pueblo.