El cambio de década y las implicaciones inherentes a esta transición fueron evidentes para Eddie Palmieri, un adelantado a su época. El pianista y compositor estadounidense de origen puertorriqueño se adentra en la salsa, guaracha y son para expandir los límites de estos géneros en su duodécimo álbum de estudio, Superimposition. La década de los sesenta fue fundamental para que él, junto al Conjunto La Perfecta e Ismael Quintana liderando las vocales, se estableciera como un referente de la Pachanga. Editado por Tico Records en 1970, Palmieri abraza su lado más experimental y se consolida como uno de los artistas más innovadores del género. Ya sea premeditado o no, el rol que asume en este material de estudio es el de interlocutor para nuevas generaciones.
El disco se divide en Lado A y Lado B. El primero se ajusta a las estructuras que sus oyentes estaban acostumbrados, mientras que el segundo tiene un enfoque explícitamente experimental. El tema que abre el álbum es “La Malanga”, escrito por el cubano Rudy Calzado. “Bilongo”, la reinterpretación de una guaracha originalmente escrita por Guillermo Rodríguez Fiffe a finales de los años treinta, sigue cobrando vida propia en la pista de baile. El impacto de esta versión es evidente; hasta la fecha, se sigue referenciando como una de las canciones definitivas de la salsa moderna.
Mejor conocidas como descargas o sesiones de jam, las últimas tres canciones son instrumentales que toman como base los principios de la salsa, pero dan rienda suelta a la sección percusiva. “Qué lindo eso, eh!” arranca el Lado B con un enfoque libre, enteramente experimental, con el piano como hilo conductor, como era de esperarse. Las piezas están compuestas para permitir que la percusión tome el espacio necesario para brillar. Después de un inicio enérgico, Eddie baja las revoluciones con “Helado de chocolate”. Los timbales, tambores de conga y bongos cobran protagonismo en “17.1”, la última pieza del rompecabezas. Durante 7:26 minutos, Eddie da una cátedra de improvisación en la que cada solo cumple el propósito inicial: imponer la musicalidad de la raíz con una mirada moderna del género. Superposiciones, al final.