«Fuego, fuego, fuego. ¡La candela viva! Que allá viene la candela. ¡La candela viva! Que yo vi que me llevaban. ¡La candela viva! Que yo vi que me enterraban. ¡La candela viva! Que yo vi que me lloraban. ¡La candela viva!»
Más de cien casas ardieron en Chimichagua, un rincón del Caribe colombiano, en la tarde del Miércoles de Ceniza, el 14 de febrero de 1923. Un fuerte viento huracanado avivó la chispa de un horno de barro. Bajo un sol abrasador, los ojos de los habitantes se llenaron de tristeza mientras las cenizas se esparcían por las playas del Cesar, las ciénagas y el majestuoso Río Magdalena. Sin embargo, los sobrevivientes, con la esencia del Caribe en sus venas, arrancaron al destino las claves para convertir la vida en una celebración vibrante, al son de la cumbia.
Esta fue la historia que inspiró «La candela viva». Durante mucho tiempo se atribuyó la autoría de la canción a Alejandro Durán. Sin embargo, investigaciones recientes revelan que fue compuesta por Heriberto Pretelt Medina. En 1993, Totó La Momposina grabó un aclamado álbum con el mismo título, que le dio la vuelta al mundo. El álbum fue producido en dos sesiones: la primera en vivo durante la Real World Recording Week de 1991, seguida por otra en 1992 en los Real World Studios, bajo la dirección del célebre productor estadounidense Phil Ramone.
Retrocediendo un poco, Totó creció durante «La violencia» en Colombia, una época oscura que moldeó su perspectiva. A pesar de esto, no silenció su voz. Hoy, como cuarta generación musical, juega un papel crucial en la preservación de tradiciones. Sus hijos siguen sus pasos y sus nietos probablemente lo harán. También acompañó a Gabriel García Márquez en la entrega del Premio Nobel en 1982 y recibió un Doctorado Honoris Causa en Educación por la UPN de Colombia.
Con todo este bagaje, La candela viva es una producción discográfica que nos sumerge en un viaje a través de su experiencia arraigada, explorando temas característicos de las cantadoras tradicionales con una profundidad antropológica única. Con su inconfundible estilo, rinde homenaje a la madre naturaleza: al río que murmura historias ancestrales, al viento que susurra secretos del pasado, al fuego que enciende la vida y a la tierra que sostiene nuestras raíces. Como verdadera cantora, exponente de la mixtura de la cultura colombiana, Totó no solo interpreta, sino que también posee un profundo conocimiento que abarca desde la curación tradicional hasta los secretos culinarios y ancestrales. Este enfoque universal impregna su repertorio, conectando con la esencia misma de su arte.
Parafraseando a «La Momposina», la cumbia más que cantarse se interpreta. Su música combina elementos africanos e indígenas. Los ritmos que surgieron fueron múltiples, destacando la gaita, el porro, la chalupa, el sexteto y el mapalé. La cumbia, es tanto una danza como una expresión cultural que emerge del conocimiento profundo de estas dos etnias, fusionando música y baile de manera inseparable, tal como se manifiesta en los performance de La candela viva.
A lo largo del álbum se refleja la conexión íntima de Totó con temas como «El pescador», del cual ha expresado sentirse escuchada por aquellos que ya han dejado este mundo, como el maestro José Benito Barros, quien compuso esta hermosa melodía. Además, canciones como «Curura» ha sido utilizada como sample en numerosos temas de música dance y hip hop populares en los últimos años.
La candela viva no sólo catapultó la carrera internacional de Totó, sino que también se convirtió en una obra profundamente influyente y significativa en Colombia y Latinoamérica.