Este disco, publicado tres meses antes de la muerte de Violeta, con acompañamiento de Alberto Zapicán, y sus hijos Isabel y Ángel Parra, es canción folclórica, es huayno y cueca, es nueva canción universal y es intimidad de Violeta, mostrándonos sus penas y alegrías, con palabras tan profundas que conmueven a la primera escucha, como nos acostumbró Violeta durante toda discografía, no por nada a lo largo de esta lista nos encontraremos con versiones de sus canciones, de artistas desde Argentina a México, y del folclor al rock.
“Gracias a la vida, que me ha dado tanto”. Así comienza Violeta sus últimas composiciones, sus últimas cantadas y las últimas publicadas en vida. Es quizás su canción más conocida y versionada, una marca registrada del cancionero latinoamericano en todo el mundo.
Si “Gracias a la vida” es una despedida para comenzar agradeciendo, a través del disco Violeta se va descubriendo como una artista sensible que ha sufrido por amor, por el amor que no está a la altura en “El Albertío”, a un ritmo que va acelerando con la guitarrilla; por el amor por el que se siente usada, a ritmo del bombo de Zapicán en “Pupila de águila”; por el amor que se va y se va sin dar explicaciones, con una de sus letras más conmovedoras, en “Run Run se fue pa’l norte”; por el amor que la hace maldecir a todo lo que le pasa por sus pensamientos, a lo “profano y santo”, en “Maldigo del alto cielo”. Pero también le canta al amor que la hace volver a sentirse inocente, retrocediendo el paso a su juventud, en la sirilla “Volver a los 17”, otro de los puntos altos de su discografía.
Este álbum es también cuestionamiento, homenaje y juego, en canciones como la resbalosa “Cantores que reflexionan”, en la que Violeta justamente parece repasar el rol del cantor a través de su hermosa poesía; en “La cueca de los poetas”, atravesando la historia de la poesía chilena mencionando a los más destacados poetas del siglo XX chileno, incluidos Gabriela Mistral y Pablo Neruda, ambos premios Nobel, y su hermano Nicanor Parra. Y es juego, juego del lenguaje, y juego para denunciar en la canciónica agitadórica, “Mazúrquica Modérnica”. El disco también es rescate de los pueblos originarios, en la danza estilo mapuche (araucano, de acuerdo con el mismo disco), “El guillatún”. Finalmente, el disco termina retomando las cuecas, con “Pastelero a tus pasteles” y “De cuerpo entero”.
Violeta Parra en su historia nos dejó una discografía y cancionero eterno, del cual nunca dejarán de hacerse versiones por artistas de todo el mundo, dentro de la cual Las últimas composiciones de Violeta Parra se alza como un estandarte de la música latinoamericana y mundial. Y de no existir este disco a la música latinoamericana le faltaría un eslabón fundamental, de una artista clave en la historia del siglo XX.