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«Corazones» Los Prisioneros

Chile

Synthpop

1990

EMI Latin

Si pudiésemos imaginar las sesiones de grabaciones de Corazones en Los Ángeles, probablemente veríamos a Jorge González llegando temprano a desayunar al estudio donde lo  esperaban Gustavo Santaolalla y Anibal Kerpel, productor e ingeniero de grabación. Ahí sonarían los demos que Jorge llevó desde Chile, se escucharía el techno, house, rap y soul que por entonces fascinaban al cantante y se conversaría de Los Beatles, Camilo Sesto y Soul II Soul. Así habría innovaciones musicales y un rico intercambio de ideas sobre cómo hacer crecer los estribillos y darle mayor personalidad a las canciones, mientras las jornadas servirían a Jorge como terapia contra una depresión que comenzaba a golpearlo con fuerzas. 

¿En Chile? Lo que quedaba de Los Prisioneros se terminaban irremediablemente con la salida de Claudio Narea  a la vez que el país pretendía dejar atrás la década del ochenta ad portas de la democracia. Cuando González llega a Chile encuentra un escenario adverso para un disco como Corazones: la banda se desarma y solo junto a Miguel deben levantar la promoción, en un medio que ya no está dando espacio a la música en castellano.

¿Qué hizo a Corazones convertirse en el canto del cisne de la banda chilena más importante de los ochenta? Para Jorge, las canciones. «Tren al sur», «Corazones rojos», «Estrechez de corazón» o «Amiga mía» eran, en sus palabras “rolones”. Canciones cuyo destino era convertirse en clásicos. Y lo fueron. Corazones se convirtió en el disco más exitoso de su carrera y con los años ha sido relevado como un indispensable del pop latinoamericano.

Cristofer Rodríguez