En 1993 el rock argentino vivía una luna de miel en parte gracias a la consolidación de una tradición musical y discográfica que había sobrevivido a dictaduras, guerras y crisis económicas. En esa solidez es cuando la figura de Divididos, el power trío del barrio bonaerense de Palomar, nacido de las cenizas de Sumo tras la muerte de su líder Luca Prodan, se convierte en protagonista del rock latinoamericano desde los noventa hasta nuestros días.
En su tercera placa, La era de la boludez y bajo la tutela en la producción a cargo del tándem conformado por Gustavo Santaolalla y Aníbal Kerpel, Divididos aborda con total solvencia el funk, el blues, la música folclórica o el reggae en canciones como “Salir a asustar”, “El arriero”, “¿Qué ves?” o “Pestaña de Camello”. Mientras, va dejando caer críticas a los espejismos de la era del gobierno de Carlos Menem y la economía argentina, que construía el castillo de naipes de la convertibilidad 1 a 1 mientras bajo el tapete crecían los descontentos y las tensiones sociales que estallarían en 2001.