Sumo pasó de ser una de las bandas underground más importantes del rock argentino a una leyenda latinoamericana en la década de los ochenta, en buena parte gracias a su álbum debut Divididos por la Felicidad, un título en un genial guiño a la banda británica Joy Division. De la mano de Luca Prodan, quien llegó al continente buscando desintoxicarse de sus múltiples adicciones, con las guitarras de Ricardo Mollo y Germán Daffunchio, el bajo de Diego Arnedo, la batería de Alberto Troglio y el saxo de Roberto Perttinato, entregaron un disco que cambió la forma de hacer rock en Argentina. El sonido incorporó el post-punk inglés, el reggae y el ska, y a pesar de tener varios temas en inglés, se terminó convirtiendo en uno de los discos más influyentes de su generación.
Divididos por la felicidad significó mucho para la juventud argentina, donde la generación post-Malvinas vio como en su país poco a poco se terminaba la llamada “primavera democrática”, y los condujo a un estado de ánimo dominado por la decepción. Canciones como “Mejor no hablar de ciertas cosas”, escrita por el Indio Solari, “Reggae de paz y amor”, en la que participa el grupo folclórico Los Trovadores y la humorística “La rubia tarada” se convirtieron en parte fundamental de la música argentina.