Hablar de Sonora Matancera es hablar de la evolución del son cubano en el siglo XX. Se formaron en 1924 en la ciudad de Matanzas, Cuba bajo el nombre de Tuna Liberal. Con el paso de las décadas evolucionaron junto al son cubano, guaracha, bolero, guaguancó, y el chachachá. Agregaron instrumentos y músicos buscando un sonido distinto que les ayudará a forjar una carrera longeva. Para finales de los cuarenta, bajo la dirección del guitarrista Rogelio Martínez, la banda encontró una estabilidad en el conjunto que les ayudaría a crear una escuela por todo el caribe.
La década de los cincuenta marcaría el inicio de la época dorada de la Matancera. Viajaban continuamente por todo el continente llenando teatros a diestra y siniestra. Llegaron a ser conocidos como un semillero de cantantes tropicales, donde artistas como Celia Cruz harían sus debuts profesionales. También eran conocidos por utilizar cantantes invitados (como Daniel Santos y Myrta Silva) en presentaciones y discos. Usaban su fama como plataforma donde los cantantes podían brillar y hacerse de un nombre a nivel regional. La amplia gama de cantantes que utilizarían les permitió abordar diferentes géneros y arreglos en beneficio del oyente.
Donde mejor se ejemplifica esa variedad es con el LP de 1954 Desfile estelar, (que fue lanzado más tarde en 1957 con canciones adicionales y bajo el nombre de Desfile de estrellas). Donde el veterano arreglista Severino Ramos tuvo la capacidad de moldear cada canción a las características del cantante. El disco arranca con el clásico «Piel canela» cantado por su compositor Bobby Capó. Capó originalmente grabó la canción con la Matancera debido a la insistencia de Rogelio Martínez, que al instante se dio cuenta de la poesía lúdica de la canción. Esta versión mezcla el bolero y el chachachá, que encaja perfectamente con el romanticismo juguetona de la canción. Uno se puede imaginar cantando ese coro inmortal “Me importas tú, y tú, y tú, y solamente tú, y tú, y tú” fácilmente en una cita romántica o para hacer reír a un bebé.
En la canción, “Ritmo, Tambo y Flores”, una joven Celia Cruz, acompañada por «Caíto» Díaz Alonso y Rogelio Martínez en coros, ofrece una actuación imponente en una guaracha incesante que alcanza su punto máximo cuando Calixto Leicea y Pedro Knight y sus trompetas candentes le dan otro color a la melodía. Una de las canciones más destacadas del disco es el clásico bolero «Una aventura», compuesta por la cantautora venezolana Conny Méndez. La melancolía innata de la composición es interpretada magistralmente por Vicentico Valdés, cuya entrega impregna al oyente con una contemplación por un amor perdido que solamente un buen bolero es capaz de hacer.
El álbum cuenta con otros cantantes invitados como Bienvenido Granda, Daniel Santos, Alberto Beltrán, Nelson Pinedo, Gloria Díaz, Olga Chorens, Celio Gonzales, Rodolfo Hoyos y Tony Alvarez, quienes se pasean por canciones del catálogo de la agrupación. Canciones y sonidos que recorrieron un continente y que convirtieron a la Sonora Matancera en embajadores de la cultura cubana.