Un testimonio poderoso, digno y desgarrador, el reflejo musical de una mujer que vivió su vida al máximo, cantando, a pesar de haber enfrentado innumerables adversidades desde su infancia. A sus 85 años, edad con la que grabó este trabajo, Elza Soares era una fuerza de la naturaleza, el prototipo del ser humano perfecto, inalcanzable, que mientras más viejo, más sabio y, no solo eso, más fuerte.
Mujer, negra, exiliada, autodidacta, de clase trabajadora y marcada por la pérdida de cinco de sus hijos, Elza Soares en A mulher do fim do mundo interpreta temas que dan frente a la violencia doméstica, el sexismo, la precariedad urbana, mientras enaltece la negritud y el amor a la madre con una voz a la que solo ella podría darle legitimidad.
Diferente del objetivo inicial, que era hacer un álbum de reinterpretaciones subversivas de sambas clásicas cantadas por Soares, A mulher do fim do mundo terminó siendo un álbum de canciones inéditas. El nombre proviene de una canción escrita por Rômulo Fróes y Alice Coutinho, que hacía reverencia al ejemplo de vida de la sambista que tanta inspiración había aportado a ellos. La existencia de esta canción inspiró a Guilherme Kastrup, al mismo Rômulo y a Celso Sim —siendo este primero el productor ejecutivo y los otros dos los directores artísticos del disco— a optar por incorporar temas originales dedicados a la figura y al espíritu de Elza, basados en sus experiencias y compuestos especialmente para que su voz las interpretara.
El disco finalmente fue grabado en los estudios Red Bull y los Toca do Tatu, en São Paulo, y en el Estúdio Ciatec, en Río de Janeiro, entre los meses de abril y mayo de 2015. Elza, junto a músicos experimentales, como los guitarristas Kiko Dinucci de la banda Metá Metá y Rodrigo Campos de Passo Torto, y el mismo Kastrup encargándose de arreglos en baterías, entre algunos otros jóvenes de la escena de la vanguardia paulista, crearon sambas abrasadoras que combinaban fibras oscuras del jazz, punk y noise-rock más vanguardista, haciendo un tándem perfecto entre una subversiva MPB, la música de vanguardia y la voz ronca y vigorosa, llena de saliva y de coraje de Elza Soares.
«Coração do mar», una adaptación musical de un poema de Oswald de Andrade, establece el tono de introspección y crítica social para abrir paso a la canción homónima del disco; que define la singular fuerza de Elza y la samba exploratoria que recorrerán las siguientes pistas, —es un puñetazo directo a la cabeza si no estás preparado para lo que vas a escuchar—. «Maria da Vila Matilde», primer corte de difusión, acusa la violencia doméstica no sólo a través de su voz, también con esos sonidos de trombones, riffs de guitarra y bajos contundentes. «Luz vermelha» es una oda al director del cine marginal brasileño Rogério Sganzerla, que se desliza desde su geométrica apertura hacia un clímax frenético de persecuciones. Y «Benedita» narra el asesinato violento de un policía abusador a manos de una mujer trans adicta al crack. Cada pista del álbum no solo refleja las experiencias personales de Elza, sino que también ofrece un retrato del Brasil contemporáneo. El disco cierra con un lamento fúnebre que trata sobre su madre donde finalmente Elza nos permite escucharla exhausta y machacada por su dolor.
Indudablemente, este fue el mejor disco de su carrera, y si no fue el mejor, fue el más testimonial y provocativo; ni la mitad del mundo tiene la fuerza que tenía Elza Soares ni la otra mitad la pureza de su corazón.