Un delirio colectivo de rock psicodélico y progresivo, con un atisbo de influencia de la música europea y americana, se destaca en el álbum debut homónimo de Os Mutantes. Entre los protagonistas se encuentran Rita Lee, Arnaldo Baptista, Sérgio Dias y Dinho Leme con colaboraciones destacadas de Gilberto Gil, Caetano Veloso y Jorge Ben. Por lo tanto, es difícil que en el álbum exista una sola canción que sea considerada mala. Es una producción musical que contribuyó a marcar el surgimiento de un movimiento que transformaría la música, el cine, el diseño y la arquitectura; desafiando las dicotomías arcaico/moderno, nacional/extranjero y cultura de élite/cultura de masas, que dominaron el debate social en los años sesenta en Brasil: el tropicalismo.
Inspirados por el canibalismo cultural del manifiesto de Oswald de Andrade, Os Mutantes no solo adoptan influencias extranjeras, sino que las antropofagizan y las convierten en algo inherentemente brasileño. Es así como el rock de los Beatles se entremezcla con el movimiento tropicalista, que a su vez abraza elementos del movimiento hippie y la rica tradición popular brasileña. En cada acorde y cada letra se traza un mapa hacia un nuevo sentido de identidad nacional. En este paisaje musical, lo internacional se entrelazó con lo local, mientras que el deseo de una renovación cultural se hizo palpable. A pesar de que el bossa nova y la Jovem Guarda dominaban la escena mainstream, para muchos brasileños no representaba sus verdaderos sentimientos ni su expresión artística.
En el corazón de este álbum se encuentra la canción «Panis et Circenses», una colaboración seminal con Gilberto Gil y Caetano Veloso. Este sencillo inmortaliza un sonido completamente nuevo, donde músicos experimentales alteraron el uso del acople, la distorsión y utilizaron técnicas de estudio de todos los tipos, grabada junto con otras pistas vanguardistas como «Bat Macumba» y «A Minha Menina» esta última, con arreglos de Rogério Duprat y compuesta por Jorge Ben, quien toca la guitarra acústica. Además, canciones como «O Relógio», «Senhor F» y «Ave Gengis Khan» adoptan sonidos industriales, eclesiásticos, circenses y reinterpretaciones sonoras propios de la naturaleza, reflejando su destreza compositiva y su habilidad para combinar lo tradicional con lo radicalmente moderno de la época.
El debut de Os Mutantes en el Festival de Música Brasileña de 1968 marcó un hito crucial en su ascenso. Su participación en este evento los catapultó al circuito de álbumes que revolucionaron la música brasileña. La recepción de los medios fue entusiasta, y Os Mutantes volaron a Cannes para presentarse en el Mercado Internacional del Disco y la Edición Musical (MIDEM). Regresaron rebautizados como «Les Mutants du Brésil».
El grupo editaría tres álbumes más antes de comenzar la paulatina partida de sus miembros originales, Mutantes (1969), A divina comédia ou ando meio desligado (1970) y Jardim elétrico (1971). Dejó una profunda influencia en numerosas bandas brasileñas como Pato Fu y Júpiter Maçã. Además muchas bandas independientes contemporáneas han reconocido públicamente cómo han sido moldeadas por el legado de este grupo. Incluso Beck, les rinde tributo en su canción «Tropicália» del álbum Mutations (1998) y su legado musical se convirtió en un referente histórico en los anaqueles de la música, siendo etiquetados como una banda de culto.