700 mil copias vendidas, siete sencillos y un puñado de clásicos que quedaron para la posteridad. Así fue la vuelta del Calamaro solista luego de su exitoso paso como líder de Los Rodríguez. Alta Suciedad representa la cúspide de la carrera de Andrés y uno de los grandes discos del rock en español.
Grabado en Nueva York y producido genialmente por Joe Blaney, ingeniero de la trilogía ochentera de Charly García (desde Clics Modernos a Parte de la religión), y con músicos de sesión de lujo como Hugh McCracken, Marc Ribot y Eddie Martínez en guitarras y Steve Jordan en batería, Alta suciedad parte sin dobles tintas con el tema homónimo, un poderoso rock en que nos dice que “el campeón tiene miedo”. No como Andrés, que a lo largo del disco demuestra que en lo musical, en ese momento, no le tuvo miedo a nada. Luego los decibeles bajan en la magnífica “Todo lo demás”, una canción llena de imágenes, casi como fotografías que se van proyectando, y que le queda perfecta a la áspera voz de Calamaro.
El disco es una sucesión de grandes canciones, en las que la pluma de Calamaro juega como nos ha tenido acostumbrados durante su carrera, sin complicaciones y dejando frases imborrables; ahí están “Loco” y “Flaca”, dos exitazos con sus “Voy a salir a caminar solito / Sentarme en un parque a fumar un porrito” y “Flaca no me claves / Tus puñales / Por la espalda”, o cada frase de la emocionante “Crímenes perfectos”, que con su hermoso piano a cargo del propio Andrés es uno de los puntos más altos del álbum. O “La vida es una cárcel con las puertas abiertas / Verónica escribió en la pared con las tripas revueltas” en la maravillosa “Media Verónica”. Y así, Andrés en cada canción nos muestra algo distinto: nos puede divertir con la lúdica “Elvis está vivo”, o dejar pensando en el largo reggae «Nunca es igual», en el que Antonio Escohotado se despacha con un largo monólogo existencial.
En resumen, este álbum significó la gran vuelta de Andrés a Latinoamérica, gracias también a la alta rotación que tuvo por MTV Latino, pero sobre todo gracias a tremendas canciones, y lo puso ya definitivamente en el primer nivel de los cantautores rockeros argentinos y del continente. Luego vendrían Honestidad brutal (1999) y El Salmón (2000), que solo vendrían a refrendar lo realizado en este álbum.