Al cumplirse más de dos décadas desde su publicación el año 2002, el valor artístico y comercial de Un día normal es indudable. El segundo disco del cantautor colombiano -producido por Gustavo Santaolalla, ¡cómo no!- se convirtió de forma instantánea en una máquina de producir hits, metiendo 8 de sus 12 tracks en los charts hispanoamericanos y robusteciendo el repertorio del cancionero pop de la patria mayor en el recambio de siglo. Toda una proeza en una época en que la industria musical pedía como requisito cantar en inglés a comienzos del milenio (con Ricky Martin, Shakira y Marc Anthony como puntas de lanzas). En retrospectiva, Un día normal es un símbolo poderoso de una época transitoria del pop latinoamericano, justo en medio del boom latino en Norteamérica (la llamada miamización) y el boom del reggaetón que desde Barrio Fino de Daddy Yankee solo fue en ascenso hasta homogeneizar el mercado.
Un día normal se inscribe en el epicentro de un momento en que para hacer pop las guitarras aún eran importantes, aunque con algunas dudas. Y tal vez fue la última vez que lo fueron. Un hito de la música pop que desde Colombia expandió su impacto a toda Latinoamérica, con canciones como “A Dios le pido”, ”Es por tí’, “Mala gente” y “Fotografía” (junto a Nelly Furtado), mezclando virtuosamente ritmos caribeños con el rock, la balada y el pop. Un clásico instantáneo.