Dos revoluciones en curso inspiraron la formación de Inti-Illimani. Primero, la revolución cultural que el mundo vivía a mediados de la década de los sesenta, con la juventud exigiendo un lugar protagónico en el devenir histórico y transformando los márgenes estéticos de la música popular, expresado en Chile en una fuerte reconversión del folklore de la mando de Violeta Parra, Patricio Manns y Rolando Alarcón. Segundo, la revolución política que desde Cuba inspiraba a las izquierdas del continente americano encontrando su expresión chilena en la formación de una alianza conocida como la Unidad Popular.
Desde su fundación en 1967 hasta el trágico golpe de Estado que puso fin al gobierno de Salvador Allende, el grupo puso su talento al servicio de ambas revoluciones, cultural y política. Por eso, una vez en el exilio, no es de extrañar que se arrojaran a la misión de mantener viva la memoria del movimiento musical del que fueron parte: La Nueva Canción Chilena. Con solo seis meses en Italia, el Inti graba su segundo álbum fuera del país como un homenaje a las composiciones más relevantes de autores como Violeta Parra, Patricio Manns, Víctor Jara y Sergio Ortega, destacando “La exiliada del sur”, “El aparecido”, “La partida” y la que se convirtió en la versión más famosa de “El pueblo unido jamás será vencido”, aún más que la original de Quilapayún. En la portada, la bandera chilena está modificada con rostros en serigrafía que hablaban de un país roto y azotado bajo el yugo militar, cuando ni siquiera se tenía certeza clara de la magnitud del calvario y cuántos años más duraría.