Lucila Justina Sarcines Reyes, Lucha Reyes, nació en la pobreza y tuvo que cantar desde niña en las calles. Pero no solo cantar, también vender periódicos, lustrar zapatos, lavar ropa y cocinar para familias ajenas. Una niñez y juventud marcada por la pobreza y también por la violencia de su padre, luego de su padrastro y luego, más grande, de su esposo. A los 22 años comienzan sus problemas de salud, una mala salud que no la dejaría nunca en paz. Un año después, con solo 23 años, canta la canción que iniciaría su carrera musical, “Abandonada”, un vals casi autobiográfico, escrito por Felipe Pinglo Alva, “El Bardo Inmortal”, compositor y músico esencial de la música criolla. Gracias a esa canción es descubierta y comienza a girar por Perú cantando en distintas peñas. Así su carrera crece durante los siguientes diez años.
Y llega el año 1969 y los problemas de salud nuevamente la atacan. A la salida del hospital graba un single con “Tu voz” en el lado A y “Regresa” en el lado B (este escrito por Augusto Polo Campos, leyenda de la música criolla), dos valses que se hicieron eternos. La Morena de Oro del Perú comienza justamente con “Regresa”, y continúa con “La Flor de la Canela”, clásico peruano y latinoamericano, escrito por Chabuca Granda. Y una a una Lucha Reyes se va adueñando de cada canción durante todo el disco, con una interpretación poderosa y emocionante. Su voz va revelando cada llaga guardada en su alma, como en “Un fracaso más, qué importa”. Pero el álbum también da espacio para la alegría como en “Mi jardín” y “Soy peruana, soy piruana”, que cierra el disco.
Además de la interpretación de Lucha, destacan la guitarra, el acordeón y el órgano que la acompañan, dando una riqueza musical a un álbum que fue un éxito en Perú, al igual que sus siguientes tres álbumes publicados en vida: Una carta al cielo (1971), Siempre criolla (1972) y Mi última canción (1973), que contiene la canción homónima compuesta por Pedro Pacheco, a modo de despedida por pedido de Lucha, en ese 1973 cuando fallece.