Para cuando la última dictadura cívico-militar de la Argentina llegó a su fin, León Gieco ya era uno de los cantautores más sólidos del país y le había aportado un himno al cancionero latinoamericano (“Sólo le pido a Dios”). Ahora le tocaba ver de lado cómo una nueva ola de rock nacional tomaba por asalto la primavera democrática. Antes de seguir esa tendencia, prefirió ir hacia las raíces. El resultado fue un proyecto que involucró lo musical, lo etnográfico, lo visual y lo simbólico. Recorrer la enorme geografía argentina de punta a punta en busca de la música tradicional. Desde La Quiaca, en la frontera con Bolivia, hasta la lejana Ushuaia, en Tierra del Fuego. Un proyecto que se ramificó hacia lo audiovisual, con un documental para TV y un libro con el aporte de Claudio Kleiman y las fotos de Alejandra Palacios.
Recorriendo pasos que ya habían andado otros folkloristas y entusiastas, y acompañado incluso de ellos, como la gran Leda Valladares y Gustavo Santaolalla, De Ushuaia a La Quiaca es un proyecto que abarca cuatro discos. En el primero de ellos, grabado en estudio, aparecen originales de Gieco avivados por la llama del folclore. Pero lo fascinante se encuentra en los volúmenes 2 y 3, donde el cantor va hacia el encuentro de los otros, y así lo hallamos en carpas de circos, cementerios, anfiteatros, ruinas arqueológicas, campos y ríos, donde se despliegan en toda su potencia simbólica géneros como la chacarera, el chamamé, el cuarteto cordobés, el huayno, el carnavalito, y las vidalas y bagualas del canto con caja andino. Dos momentos enormes: “Adios pueblito de Iruya”, con Gieco y Santaolalla recorriendo las calles de este pueblito de las montañas de Salta; y “Los pueblos americanos”, a dueto con Isabel Parra, navegando el canal de Beagle en la frontera con Chile. El cuarto disco, que amplía el repertorio recopilado, se lanzó en 1999.