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«Canta Zitarrosa» Alfredo Zitarrosa

Uruguay

Milonga - Nueva canción latinoamericana - Zamba

1966

Tonal

Si Atahualpa Yupanqui fue el poeta del folclore rioplatense, entonces Alfredo Zitarrosa fue el profeta, tejiendo relatos magistrales y vívidos sobre la clase trabajadora, su infancia campesina en departamento de Flores, su tierra, los amores y el olvido, e incluso un prolongado diálogo íntimo, atroz y fervoroso de él hacia su guitarra. Manifiestos de vida, arte y compromiso social que trascienden la propia música.

En Canta Zitarrosa, el primer disco del uruguayo, todavía se estaba forjando su figura de cantor, así que volvió a grabar «Milonga para una niña», la canción principal de su EP de 1965 que habla de los infortunios de un mal de amor por una mujer que se dejó partir, ornamentado por unas preciosas escalinatas de guitarra. Ha sido versionada por el legendario y también uruguayo Gustavo Pena y por el denominado Godfather de la Salsa, Andy Montañez. “De no olvidar” es otra preciosa milonga, melancólica e invocadora de sentimientos; te hace pensar que Alfredo le canta, unas veces a una mujer, y otras veces, quizás más acertadas, a un lugar, a un campo o algún paisaje de ríos.

No se puede simplemente hablar de sensibilidad lírica en la música latinoamericana sin rendir respeto a Zitarrosa. “Ella como vos tenía / Los ojos color de oro / Mirándolos casi lloro / Vos bien sabés, aquel día: / Nunca pensé que existía / Una mujer con los ojos así” canta el uruguayo en su «Milonga de los ojos dorados». La versión de Jorge Drexler puede ser la que encuentres primero al buscarla en plataformas de streaming, pero es la original —que aparece como pista que abre este disco— la que realmente captura la esencia solemne y nocturna de la canción. “Coplas al compadre Juan Miguel” es una chamarrita rioplatense; aquí tenemos por primera vez a Zitarrosa dando voz al jornalero, vestido de la misma ropa trabajadora que la de Yupanqui en “Los ejes de mi carreta”. En una entrevista de 1981 que le hace el periodista mexicano Gilberto Marcos a Zitarrosa, el cantor reafirma que “No puede permanecer ajeno el cantor a lo que le pasa a su gente”. Eso jamás cambió y siempre se mantuvo como emblema en las composiciones del uruguayo.

Entre milongas, zambas, cuecas y chamarritas, el disco absolutamente prescinde de arreglos floridos, despojando cada canción hasta sus elementos esenciales: el hábil punteo de las guitarras de Hilario y Ciro Pérez, y el glorioso vibrato y portamento —herencia del tango— de la voz firme y masculina de Zitarrosa.

Autodenominado marxista y cantor popular, su activa participación en numerosos eventos políticos y el contenido ideológico de sus canciones le costaron el ostracismo y el exilio. Desde 1971 se le prohibió cantar en Uruguay, y en 1976 se exilió durante las dictaduras cívico-militares de Uruguay, Argentina y Chile, períodos en los cuales sus canciones y la tenencia de sus discos también fueron prohibidas. Residiendo en Argentina, España y México, regresó a su país en 1984, donde fue recibido de manera histórica y multitudinaria; él mismo describe este evento como «la experiencia más importante de mi vida». Dejó este mundo en los albores del 17 de enero de 1989, a causa de una peritonitis. Pero la imagen y canciones de Alfredo Zitarrosa, como “Doña Soledad”, “Adagio en mi país” o “Guitarra negra”, permanecen como un pilar de la Nueva Canción Latinoamericana, y en este caso, las canciones que se encuentran en Canta Zitarrosa forman la base de su legado, de este pilar imponente, erguido junto a otros como los de Víctor Jara, Mercedes Sosa, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui o Jorge Cafrune.

Ernesto Martín del Campo